Centro Europeo de las Mujeres Mariana de Pineda – Conoce a Mariana Pineda
Mariana de Pineda nace y muere en Granada (1 de septiembre de 1804 – 26 de mayo de 1831), una de las capitales más bellas de Europa.
La ciudad, pintoresca y exótica, seducía por sus contrastes. Los testigos del fecundo pasado andalusí ‒murallas, puertas, monumentos, puentes sobre el río Darro y la imponente Alhambra‒, pervivían en el nuevo orden urbanístico junto a las construcciones y estilos arquitectónicos que se desarrollaron en la ciudad cristiana a partir del siglo XVI y cuyo mayor símbolo era la Catedral.
La infancia y primera juventud de Mariana de Pineda transcurre en uno de los sectores más distinguidos: la carrera del Darro, junto a la flamante plaza Nueva, centro neurálgico de la vida social granadina de la época.
Mariana fue bautizada en la iglesia de Santa Ana. Tras la separación de sus progenitores, vivirá con su padre, Mariano de Pineda y Ramírez. Sin embargo, pronto queda huérfana y en 1806 aparece por primera vez empadronada en una casa solariega de la Carrera del Darro junto al que sería entonces su tutor: su tío José de Pineda. Con cuatro años, tras el matrimonio de su tío, fue adoptada por una familia de antiguos sirvientes.
En este escenario, sus primeros años de vida estarán marcados por la invasión napoleónica y la guerra de la Independencia. Tras la victoria y proclamación de la anhelada constitución en 1812, pronto se produce la restauración del absolutismo por el monarca Fernando VII. Esta etapa supondrá una feroz represión de los grupos liberales durante seis años. La batalla entre liberalismo y absolutismo definirá desde entonces la vida y la muerte de Mariana.
La proclamación en 1820 del trienio liberal, bajo el gobierno de Rafael de Riego, inaugura una nueva etapa constitucionalista que marcará sus primeros años de casada. Convertida en una joven ilustrada y alfabetizada, su matrimonio en 1819 con el militar Manuel de Peralta y Valte supondrá su incursión al liberalismo político, al mismo tiempo que la familia se incrementa con el nacimiento de José y Úrsula. Ésta moriría al poco tiempo de nacer.
En estos años de euforia liberal fueron frecuentes las tertulias políticas en cafés y botillerías de plaza Nueva, así como en los salones de los personajes liberales más célebres de Granada, estancias decoradas con algunos de los objetos que se observan en un rincón de la sala.
En 1821 Mariana reside junto con su familia en el populoso barrio de la Magdalena, concretamente en la calle Recogidas. Su temprana viudedad coincidirá en 1823 con el inicio de la llamada década ominosa: una trágica etapa caracterizada por un estricto absolutismo fernandino y la dura persecución y ajusticiamiento de los grupos liberales y logias o asambleas masónicas, silenciando a la prensa liberal.
Estas circunstancias se inicia la militancia de Mariana, su participación activa en la vida pública y política granadina, transgrediendo el formalismo social imperante y los patrones de conducta de su época. Incorporada a los círculos conspiradores, se convierte en enlace clandestino y recibe correspondencia de los liberales exiliados, al mismo tiempo que visita en la cárcel a los presos condenados a muerte, e incluso, planea la fuga de su primo Fernández Alvárez de Sotomayor.
Fruto de su relación con José de la Peña y Aguayo, su primer biógrafo, nacerá una niña, Luisa.
1831 reside en una acomodada casa-patio de la calle Águila, sede actual del Centro Europeo de las Mujeres Mariana de Pineda. Coincidiendo con la preparación de una tentativa insurreccional de los grupos liberales exiliados, que al mando del general José María de Torrijos planean una ofensiva en el país contra la tiranía absolutista, Mariana participa en la confección de una bandera tricolor donde irían bordadas las palabras libertad, igualdad y ley.
El desafortunado hallazgo por la autoridad policial de la bandera en su casa, llevó a Mariana a un primer arresto domiciliario seguido, tras su intento de fuga, del encarcelamiento durante casi dos meses en el beaterio de Santa María Egipciaca.
Condenada a ser ejecutada mediante garrote, sería trasladada a la cárcel Baja, donde permanecería en capilla dos días. Y llegó el día del ajusticiamiento. El 26 de mayo de 1831, Mariana, con gran entereza, recorrió en una mula ensillada las calles hacia el patíbulo enlutado que se situaba en una explanada del Campo del Triunfo, ante la puerta de Elvira.
En este escenario la Heroína de la Libertad se inmortalizaba al negarse a delatar a sus cómplices a cambio del indulto. Enterrada en el desaparecido cementerio de Almengor, sobre la tumba de Mariana se colocó una cruz de madera. Empezaban así los homenajes a su recuerdo.
En el año 1836, el Ayuntamiento, ya de signo liberal, nombró una comisión encargada de la exhumación y traslado en carroza de los restos de Mariana en una urna de madera. Se celebraron una serie de actos para solemnizar el aniversario de su muerte, quedando inaugurada la Fiesta por la Libertad.
Paralelamente, en el centro de la entonces plaza de Bailén, se decidió la erección de un monumento (1839) en su honor mediante la celebración de un Certamen Nacional de Escultura (1855) que premiaría el proyecto y cuyos gastos serían sufragados por la organización de una serie de espectáculos culturales. Tras largos años de espera, sería inaugurado el 26 de mayo de 1873, en el contexto de la Primera República española.
En el lugar donde se ubicó el patíbulo, actual plaza de la Libertad, se erigió en su memoria una cruz en 1840.
Tras su muerte, también ha adquirido un destacado protagonismo en la cultura, especialmente en la literatura y obras artísticas que reflejan los diversos roles otorgados a una Mariana imaginada, fruto de la época en la que fueron creados. Desde la bella y decorativa Mariana, revestida bajo la visión patriarcal por los valores tradicionales femeninos, a la heroína popular romanceada o aquélla que recogía el espíritu de libertad republicana. Desde la poética y apasionada Mariana de García Lorca, difundida en varias representaciones teatrales bajo los decorados de Salvador Dalí, a la revolucionaria y subversiva presidiaria de Martín Recuerda. Desde la investigación biográfica y el personaje histórico de Antonina Rodrigo a la secuencia lírica de Antonio Carvajal. Desde la pintura histórica de Isidoro Lozano, Vera y Calvo o Contreras a los retratos de Francisco Izquierdo o Hernández Quero. Desde la pionera Margarita Xirgú a las populares Pepa Flores o Sara Baras.
Con estas construcciones culturales y la celebración de los distintos centenarios, eventos, premios y homenajes, permanece viva la memoria de una mujer excepcional, símbolo presente y atemporal de palabras cargadas de valor: libertad, igualdad y ley.